La Red era la plaza
Víctor F. Sampedro Blanco e José Manuel Sánchez Duarte
Víctor F. Sampedro Blanco
Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política. URJC
José Manuel Sánchez Duarte
Profesor de Opinión Pública y Comunicación Política. URJC
En una democracia representativa la campaña electoral es la antesala del voto. El valor del sufragio depende del debate público que le precede. Una campaña abierta, plural y competitiva garantiza el voto libre y soberano. Pero en las elecciones locales y regionales del 22 de mayo en España, los actos electorales de los candidatos fueron desplazados por una ciudadanía que tomó las plazas del estado y muchos países del mundo. La campaña de los ciudadanos cuestionó y apagó la de los partidos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿A dónde vamos a partir de ahora?
¿Cómo se inundaron las plazas? Enredados con vocación de hacerse “reales”.
Los medios de comunicación y los políticos han definido el movimiento 15-M (15 de mayo) como una maniobra partidaria o un hecho “excepcional” (transitorio) o “espontáneo” (sin causas). Ambas explicaciones son reduccionistas y rebatibles. Los “indignados” no ligaban su protesta al resultado electoral, ni sus propuestas a los programas de los candidatos. Identificaban estas expresiones como imperfectas y limitadas. Criticaban que la participación popular se limitase al sufragio episódico y a apariciones anecdóticas en los medios. Cuestionaban las mordazas, cuando no el propio sistema, de representación democrática.
El 15-M no es un suceso espontáneo, no está liderado por jóvenes ingenuos, ni manejado por nostálgicos. Los referentes de los acampados no eran las batallas en la clandestinidad, ni los héroes oficiales de una transición seriamente cuestionada. El 15-M llegó a las plazas por la confluencia de las redes sociales más movilizadas (al menos en el núcleo inicial) y otras redes generadas en ámbitos digitales. Ambas se entremezclan, se confunden. Como señalaba un hacktivista en la acampada de la Puerta del Sol, con el “No a la Guerra” aprendieron a salir a la calle. Con el 13-M de 2004 descubrieron la potencia del enjambre de nodos en red. Con V de Vivienda confirmaron su capacidad de convocar a los demás. Y con el 15-M han demostrado su potencia para autoconvocarse y recabar apoyos sin fronteras. Autonomía para desobedecer, movilizarse, (auto)convocar(se)… extenderse.
Esta secuencia está precedida de las práticas de los movimentos sociales de base, que ocuparon las calles en nombre de la insumisión, el 0’7%, la abolición de la deuda externa o el “Nunca Máis”. Un flujo de desobediencia civil que se materializa, casi cada cinco años, desde hace dos décadas. Y que por sí misma manifiesta los costes que conlleva la participación ciudadana en España. Además en el 15-M cristalizaron una cadena de sucesos más recientes. La oposición a la ley Sinde abrió la estructura de oportunidad política, y el apoyo a Wikileaks y las revoluciones árabes de jazmín fomentaron nuevas prácticas de acción política en el ciberespacio. ¿Por qué no practicarlas, aquí y ahora?
La lógica de Internet se ha llevado a la vía pública; de ahí que quienes desconocen la primera no entiendan lo que ocurre. Nosotros tampoco, pero sí constatamos que las prácticas en la Red (autoconvocarse, deliberar en foros, consumir contrainformación, tejer redes afectivas y efectivas, generar y operar en esferas públicas periféricas y digitales) se han hecho tangibles. Los rasgos de la comunicación digital - cooperación, instantaneidad, realimentación, horizontalidad, descentralización, flexibilidad, dinamismo o interconexión – se han hecho presentes en las asambleas y acampadas.
En el libro Cibercampaña: cauces y diques para la participación. Las Elecciones Generales de 2008 y su proyección tecnopolítica 1 identificábamos “el encapsulamiento progresivo del ciberactivismo en su propia esfera “digital”. Los datos mostraban cómo desde el 13-M de 2004 a los siguientes comicios de 2008, las cibermultitudes habían renunciado a formular reivindicaciones estructurales. Antes, el 13-M, habían dejado claro que el sistema político-informativo no denunciaba la mentira, siquiera antes de unas elecciones. Y en las anteriores elecciones municipales V. de Vivienda denunciaba que el sistema económico ni siquiera garantizaba el derecho a techo. En las generales de 2008 preocupaba, sobre todo, el “canon digital”. Nos equivocábamos recelando de una multitud virtual, con las connotaciones negativas del término (limitada a las plantallas, etc.). Pensábamos que sólo se resistiría ya a los intentos estatales y corporativos de acabar con Internet.
Pero los indignados confirman el cisma creciente que existía entre los 300.000 usuarios intensivos de la política digital, que identificamos en ese libro, y los intrumentos de participación que ofrecían los políticos y los periodistas. Cuanto más tecnopolítica desplegaba un ciudadano, más crítico se mostraba con la cibercampaña oficial. Denunciaban, por ejemplo, que como cibervoluntarios del PSOE y el PP sólo se les había utilizado para participar en foros hostiles bajo identidades falsas o, aún peor, para manipular las encuestas digitales sobre el ganador de los debates televisivos. Es decir, degradando aún más la campaña.
Esta primavera de 2011, la tecnopolítica digital no sólo ha sido simbólica, expresiva o limitada a demandas relacionadas con la Red. Quizás porque en los últimos años Internet ya era la plaza. O lo que es lo mismo, la diferencia entre on-line y off-line ha perdido (parte de) sentido. Surgen y se consolidan prácticas híbridas que rompen la división tradicional (ahora caduca) de lo “real” y lo “virtual”.
Resumiendo, desde la Red se han innovado y acelerado los modos de intervención cívica en campaña electoral; precisamente, para garantizar su legitimidad. El 13-M de 2004 salvó la línea de flotación de la democracia, al rebelarse ante mentiras de tal calado que, si no hubieran sido denunciadas por nadie, habrían invalidado el resultado de las elecciones. Fue una deliberación celérica y desde abajo, la que desde la periferia salvó la línea de flotación del sistema de representación político-mediática (2). Luego la teorías conspirativas del 11-M degradaron la esfera pública española hasta generar una “pseudocracia” (gobierno de la mentira, pseudo, en griego), donde todo podía afirmarse sin probar nada (3). Por fin, el 15-M ha venido a elevar el techo de la democracia: las redes sociales han convertido el “Pásalo” de los SMS en “Hazla”. ¿Hacer qué? Más democracia.
¿Cómo funcionaban las plazas? Horizontalidad, dinamismo y ausencia de liderazgos.
Los análisis sin distancia exacerban las visiones negativas u optimistas. El presente se muestra caduco mientras se hace presente. Teniéndolo en cuenta y a grandes rasgos simplificamos la organización del movimiento en tres máximas: (1) horizontalidad, (2) dinamismo y (3) ausencia de liderazgo. Es la tríada de la “democracia deliberativa” (4), la misma que invocaba el “cambio de talante” de Zapatero; pero que ha sido rebasado por quienes han transitado del “No nos falles” al “No nos folles”.
(1) Horizontalidad de prácticas, organización y generación de propuestas, han sido guiadas por el concepto de devolución. Todo lo trabajado y deliberado debía ser devuelto al movimiento con dos objetivos: uno su difusión y otro retroalimentarse de modo cooperativo. El Gran Salto hacia Abajo que propone el traslado de las acampadas a las asambleas de barrio, persigue un cambio hacia una cultura política radical. La transición política pactada desde arriba podría ahora transformarse desde sus raíces.
(2) Cambio y dinamismo. La composición y organización del movimiento 15-M han estado sometidas a continuas transformaciones, lógicas inclusivas y, por tanto, en constante transformación. La estructura de trabajo ha cambiado continuamente por el crecimiento exponencial de participantes (inimaginable en partidos y sindicatos) y por las necesidades de deliberación (decenas de comisiones, grupos de trabajo, etc.)
(3) Sin liderazgos. La voz de los acampados nunca fue la misma. Rotaron los portavoces. Sin jerarquías, ni jerarcas. Teniendo muy en cuenta que el grito: “Que no, que no nos representan” también podía mutar en: “Que Sol, que Sol no nos representa”. Esta ausencia de líderes responde a una doble vulnerabilidad: la de los movimientos sociales y las de las prácticas políticas digitales.
Todo movimiento social con caras y demandas muy concretas se vuelve vulnerable. La cooptación institucional integra a los portavoces en las estructuras de gestión política. O les aplica la represión, física e institucional. Este es el aprendizaje colectivo de las redes de resistencia que, insistimos, vienen haciéndose presentes desde hace 20 años. La otra experiencia de socialización política previa se guía por los rasgos descritos antes. Los excluidos no ya de la calle, sino también de los medios, han generado nuevas prácticas políticas, engran parte, anónimas. Esto posibilita la autonomía expresiva de los ciberactivistas, pero les exime de dar “explicaciones” y asumir “responsabilidades”. Luces y sombras en la Plaza del Sol. Pero las instituciones se han vuelto opacas, son espacios privados y privatizadores de lo público.
¿Por qué tomar las plazas? Reapropiación de espacios y discursos.
El movimiento 15-M supuso una doble reapropiación: del espacio público y del discursivo. Las acampadas rompían las lógicas comercial y mercantilista, limitadas al intercambio de bienes y servicios de las calles y las plazas, del espacio público. Tras una semana de acampada, la mayor crítica provenía de los comerciantes y hoteleros cuyos negocios habían descendido. Y es que tras sucesivas reformas, la Plaza del Sol, como tantas otras, era un “no-lugar”: un espacio de paso, sin bancos ni árboles, donde conversar o encontrarse resultaba casi imposible. Tomar las plazas no pretendía sólo visibilizar determinadas demandas. Implicaba detenerse y habitar los espacios colonizados por el tráfico y el capital.
De la misma manera y en paralelo, las asambleas en espacios públicos que sustituyen a las acampadas persiguen la reapropiación del espacio discursivo. Frente a la voz de la ciudadanía limitada a expresión electoral o formatos mediáticos sensacionalistas y populistas, ahora se quieren recuperar la implicación y el compromiso que implica la deliberación democrática. En pocas ocasiones, si es que ha habido alguna, se ha realizado tanta pedagogía política sobre el funcionamiento de la Ley Electoral y el valor del sufragio.
La respuesta de políticos y periodistas a estos dos procesos partió, como no podía ser de otro modo, de la ilegalidad. Los convocados rebatieron que “La voz del pueblo no es ilegal” y “Sin nosotros no sois nada”. Dicho de otra forma: el 15-M normalizó la desobediencia civil no-violenta a través de una ilegalidad compartida, discursiva y creativa… Y, sin embargo, leal con la democracia. Algo que no se puede afirmar de bastantes “representantes políticos” a quienes se les ha gritado: “Somos vuestros jefes, os hacemos un ERE”. El 15-M podría suponer la inclusión de varias generaciones y prácticas militantes, heredadas y renovadas. Hasta ahora invisibilizadas, vuelven a confluir, para con prácticas no convencionales dotar de sentido al voto. Un significado abierto, nunca cerrado. Un contrato en constante revisión. Una democracia viva, vivida, nunca concedida, ni regalada. Pero surgen dos cuestiones acuciantes. ¿Serán capaces? ¿Qué harán “los profesionales” de la democracia?
No es fácil que las redes activistas y la ciudadanía digital gestadas en Internet superen sus limitaciones y problemas de encaje mutuo. Son muy débiles por separado. Pero cuando suman fuerzas cobran forma de extraordinario contrapoder. El paso de las protestas a las propuestas será clave. Cómo se formulen las demandas y cómo sean gestionadas marcarán marcarán nuestro futuro inmediato, en lo social y en lo sistémico.
Se enfatizan los problemas que tal grado de movilización pueda provocar. Se señala el riesgo de infantilismo expresivo (es más fácil hacer un video para Youtube que una reforma legal) que desembocaría en un “ciudadanismo” vacío y sin mordiente. Se alerta sobre las posibles derivas “antisistema”. Pero entre estas últimas nunca se incluye la más evidente: la berlusconización. Claro, no afecta tanto al pueblo como a sus supuestos representantes.
El 22-M quienes realmente ganaron las elecciones fueron las tramas conspirativas del 11M y de la Gürtel. Su indisimulada ansia de poder y el antagonismo con que enfrentaron el 15M mientras celebraban su triunfo (“Esto es democracia y no lo de Sol”) dan base a los peores augurios. Podríamos, por tanto, encontrarnos con una sociedad civil muy movilizada, pero acosada por tramas fraudulentas que controlan su expresión electoral. Tal divorcio sólo traería más “pseudocracia”, defendida con “securocracia”. La mentira política se defiende con el recorte de libertades civiles y garantías democráticas. Y a golpe de talonario: ·”Les pagué para que no se prostituyeran”, dijo Berlusconi de su velinas menores de edad. Algo que las elites pueden empezar a reconocer a los periodistas (les financio para que no parezcan mi gabinete de prensa) y a los políticos (ídem, para que no parezcan mis valedores). Esa involución se justificaría con el miedo infundido a los enemigos internos (antisistemas, terroristas, extranjeros...) (5). Y sería un desenlace paradójico, no por ello menos trágico. Porque ya aguantamos suficientes mordazas y medias verdades en la transición. Porque el 15-M dio respuesta cumplida a los “héroes de la traición” que entronizaba Javier Cercas en su libro sobre el 23F, con jóvenes que han afirmado la fuerza de los ideales y exigido una política con valores. Y porque se ha vuelto a escuchar la voz de los sin miedo. “Sin techo, sin curro, sin pensión, sin miedo”.
(1) Libro que analiza 2.000 cuestionarios y ocho grupos de discusión, editado en Madrid por la Editorial Complutense. 2011. Disponibles algunos capítulos en www.victorsampedro.net y las bases de datos en www.ciberdemocracia.net. Veáse también Sampedro, V. 2008. Medios y elecciones 2004; Televisión y Urnas 2004: Campaña Electoral (2 volúmenes) Ed. Universitaria Ramón Areces, Madrid.
(2) Sampedro, Víctor (Ed.) (2005) 13-M. Multitudes on-line. Madrid: Ed. Libros de la catarata. Descargable en su totalidad en www.victorsampedro.net.
(3) Sampedro, V. 2009. “Conspiración y pseudocracia. O la esfera pública a cinco años del colapso del 11-M" Viento Sur, nº 103.
(4) Sampedro, V. 2000. Opinión pública y democracia deliberativa. Medios, sondeos y urnas. Ed. Istmo, Madrid. Sampedro, V.; Resina, J. 2010 “Opinión pública y democracia deliberativa en la Sociedad Red" Revista Ayer 80/ (4).
(5) Sampedro, V. 2011. “Wikileaks. La revolución está siendo televisada" Revista Razón y Fé Nº 1.348Febrero.
(1) Libro que analiza 2.000 cuestionarios y ocho grupos de discusión, editado en Madrid por la Editorial Complutense. 2011. Disponibles algunos capítulos en www.victorsampedro.net y las bases de datos en www.ciberdemocracia.net. Veáse también Sampedro, V. 2008. Medios y elecciones 2004; Televisión y Urnas 2004: Campaña Electoral (2 volúmenes) Ed. Universitaria Ramón Areces, Madrid.
(2) Sampedro, Víctor (Ed.) (2005) 13-M. Multitudes on-line. Madrid: Ed. Libros de la catarata. Descargable en su totalidad en www.victorsampedro.net.
(3) Sampedro, V. 2009. “Conspiración y pseudocracia. O la esfera pública a cinco años del colapso del 11-M" Viento Sur, nº 103.
(4) Sampedro, V. 2000. Opinión pública y democracia deliberativa. Medios, sondeos y urnas. Ed. Istmo, Madrid. Sampedro, V.; Resina, J. 2010 “Opinión pública y democracia deliberativa en la Sociedad Red" Revista Ayer 80/ (4).
(5) Sampedro, V. 2011. “Wikileaks. La revolución está siendo televisada" Revista Razón y Fé Nº 1.348Febrero.

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